La cronología del debut soñado de Dani Olmo en el Barça: de la inscripción al límite a un partidazo con gol y MVP
Un balón cruzado se estrella contra las redes de la portería de Cárdenas. Minuto 82. Silenció en Vallecas, se paran las rotativas, los micrófonos y las televisiones y dejan de sonar las llamadas y los mensajes de teléfono. Dani Olmo acaba de dar, con un ramalazo de pura rabia contenida tras 18 días encadenado, la victoria a su nuevo equipo, ese con el que siempre se vio ganador.
Valió la pena la espera, pues el gol del flamante fichaje procedente del RB Leipzig valió más que tres puntos para los hombres de Hansi Flick. También valió por una remontada que avala un proyecto completamente nuevo, por un liderato en que mete miedo a los rivales directos y por una dosis de ilusión no ilusoria para una afición de esperanzas maltratadas. Ha sido como tenía que ser, al estilo de una directiva abonada a la última hora y a los milagros que no son milagros, pero Dani Olmo ya es culé, él mismo se ha inscrito en la historia del club con una presentación irrepetible.
Todo se remonta al 9 de agosto, el día que el FC Barcelona hace oficial la llegada del ilusionante refuerzo que venía a cubrir la decepción del no fichaje de Nico Williams. Foto, reconocimiento médico y firma. 55 millones de euros por un contrato hasta 2030… y a esperar.
Con la camiseta se le pudo ver —aunque sin jugar— tres días después en el Trofeo Joan Gamper, una presentación complicada con un 0-3 del Monaco en Montjuic. «Estoy muy contento de volver a casa, es un sueño. Tenemos un gran equipo, una gran afición. Y yo he venido a ganar», dijo ante su nueva afición en una promesa que tenía previsto cumplir en cuanto le dejaran hacerlo.
El tiempo corría y los rumores no pararon de crecer hasta que se convirtieron en vox populi con la llegada de la primera jornada de LaLiga. El Barça no tenía margen salarial para la inscripción de uno de los activos más esperados, tocaba esperar.
El 17 de agosto viajó a Mestalla para ver la victoria ante el Valencia desde la grada. El 24, una semana después, pasó el Athletic por el Lluis Compayns y se tuvo que conformar con aparecer en la convocatoria con un extraño asterisco sobre su nombre: «pendiente de inscripción», hasta que su nombre fue borrado por una inscripción que nunca llegó.
Mucho se ha trabajado en las oficinas del club durante varios días en los que, incluso con la espantada de Gündogan y los ‘favores’ del Betis y del Atlético de Madrid con las cesiones de Vítor Roque y Lenglet, no salían las cuentas para cerrar la inscripción de Olmo.
Al final, con uno de esos milagros que no son milagros, una ‘lesión de larga duración’ de Christensen permitió a falta de menos de 24 horas un salvoconducto para Olmo. Estaría en Vallecas disponible para un Flick que no había podido esconder su desesperación ni con su elegancia imperturbable desplegada en cada rueda de prensa.
El resto es historia. Un relato perfecto guardado en la hemeroteca para recurrir a él cuando sea necesario recordar cómo empezó la segunda etapa de Olmo en el club de su vida. 45 minutos de un futbol perfecto con gol y premio de MVP del partido para cambiarle la cara a un Barça gris y en apuros en Vallecas.
«Desde que llegué ansiaba el primer partido y qué mejor manera. Hacía muchos años que no ganábamos aquí, así que inmejorable», dijo en el micrófono a pie de campo, emocionado, Olmo. De la tensión a la gloria, de 18 días maniatado a un grito seco de pura clase. Al final, la espera, sí valió la pena.